Ella llora, no se valora y lo perdona de nuevo. Vuelve a encerrarse en su habitación esperando un perdón que nunca llega. Se ilusiona, lucha y nunca abandona. Ella sabe que esto no es mas que el principio porque decidió asomarse al precipicio que creaban sus labios. Y es que a veces, no necesitamos agua para sentir como si nos ahogáramos. Se hundía cada mañana en un inmenso mar de heridas que todavía tenían que sanar. Y es que él era el que producía cada una de ellas pero solo él tenía el poder de curarlas.
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